Latinoamérica no ha escapado al terror que en diferentes épocas han sembrado los asesinos en serie en sus países de origen o en tierras extranjeras. El nivel de crueldad y la no empatía con la vida humana los ha colocado a la par de otros renombrados psicópatas de habla anglosajona como Ted Bundy y Ed Kemper. Conócelos, aquí.
Pedro Alonso López “El Monstruo de los Andes”
Pedro nació en Colombia en 1948. Es reconocido mundialmente como el mayor asesino en serie de la historia. Asesinó a más de 300 niñas en Colombia, Ecuador y Perú. En 1980 es detenido en Ecuador cuando trató de secuestrar a una niña en un supermercado ante la presencia de su madre.

“El Monstruo de los Andes” se negó a cooperar durante su interrogatorio, acción que hizo que la policía se valiera de un sacerdote para conseguir su confesión, la cual estaba siendo grabada en secreto.
“Primero violaba a su víctima, y entonces la estrangulaba mientras miraba fijamente sus ojos. Quería tocar el placer más profundo y de la excitación sexual más profunda antes que su vida se marchitara”, difundió la policía luego de obtener la confesión.
Estuvo preso en Ecuador desde 1980 hasta 1994, año en que es extraditado a Colombia, donde fue declarado enfermo mental y recluido en un hospital psiquiátrico en el que permaneció cuatro años. En 1998 es declarado sano y puesto en libertad. Desde el 2002 sopesa sobre él una orden de captura por parte de Interpol. Hasta ahora se desconoce su paradero.
José Doráncel Vargas Gómez “Dorangel o El Comegente”
Dorangel nació en 1957 en Venezuela. Es el peor asesino registrado en la historia de ese país suramericano. Se estima que el venezolano mató al menos 40 personas, a quienes cazaba con una especie de lanza improvisada con un tubo, luego descuartizaba y guardaba las partes que se comería una vez que las cocinaba. Tenía la costumbre de enterrar las manos y pies de sus víctimas.

En 1990 es arrestado luego que las autoridades hallaran los restos de seis cuerpos cerca de la vivienda improvisada de Dorangel, una choza donde encontraron carne humana y vísceras preparadas para el consumo, así como tres cabezas, varios pies y manos.
“Comer gente es como comer peras”, declaró Dorangel cuando se le preguntó sobre la carne humana.
El antropófago venezolano, diagnósticado con esquizofrenia paranoide, se encuentra cumpliendo una sentencia de 30 años en un centro penitenciario del estado Táchira, donde se encuentra aislado debido a que Venezuela no cuenta con la insfraestructura necesaria para su reclusión en un hospital psiquiátrico de máxima seguridad.
Florencio Roque Fernández “El Vámpiro Argentino”
El asesino serial argentino nació en Monteros, provincia de Tucumán, en 1968. Florenció asesinó alrededor de 15 mujeres en la década de los 50 en su ciudad natal.

Desde muy temprana edad vivió en las calles y padecía esquizofrenia que lo hacían pensar que era un vámpiro.
Comenzó sus asesinatos alrededor de los 18 años de edad. Se escabullía de noche en las viviendas de sus víctimas, a quienes atacaba mientras dormían. Las golpeaba y luego les mordía el cuello con tanta violencia que infligía heridas mortales hasta la traquea o carótida. Terminaba su ritual bebiendo la sangre de la víctima.
“De niño, Fernández fue diagnosticado con una psicopatía que nunca fue tratada y que, con el correr de los años, se transformó en una severa esquizofrenia. Abandonado por su familia y obligado a vivir solo en la calle, mendigó, rapiñó y durmió a la intemperie, padeciendo el hostigamiento de quienes lo veían como ‘un loquito suelto’”, publicó el diario La Nación en una de sus crónicas sobre el asesino serial.
En 1960 es detenido en la cueva donde vivía. El argentino no se opuso al arresto. Sin embargo, cuando trataron de sacarlo fuera de la cueva a plena luz del día se resistió alegando que padecía de fotofobia. Fue recluido en una institución psiquiátrica al ser declarado inimputable. Murió de causas naturales a los 33 años.
Pedro Pablo Nakada, “El Apóstol de la Muerte”
El peruano mató a 25 personas y es considerado el asesino serial más sanguinario de la historia del Perú. Nació en 1973 y comenzó a asesinar en 2001. A sus víctimas les disparaba en la nuca “para que no sufrieran” luego las enterraba y les rezaba.

“¿Qué siento cuando mato? Siento que ayudo. ¿A qué? A que la gente cambie. Quiero que haya paz. Maté a 25 personas para limpiar el mundo de la escoria” . Pero no solo asesinó a gente ‘corrompida’, sino también a seres inocentes como una niña, a quien le disparó para robarle su bicicleta. “Tuve que hacerlo para poder conseguir dinero, balas y seguir la misión de Dios”, explicó “El Apostol de la Muerte”.
En 2006 fue capturado y condenado a 35 años de prisión. Pero, meses más tarde lo declararon con esquizofrenia paranoide y fue recluido en un centro psiquiátrico. Intentó suicidarse porque no soportaba la idea de estar preso y pidió que lo mataran, pero las autoridades ignoraron su petición. Actualmente sigue internado en un pabellón de enfermos mentales.
“Cuando salga libre seguiré cumpliendo mi misión purificadora. Eso es lo que quiere Dios y lo que me dicta”, declaró Pedro al ser apresado.
Jorge del Carmen Valenzuela Torres, “Chacal de Nahueltoro”
El chileno es conocido por ser el autor de uno de los crímenes más sonados de ese país suramericano. Nació en 1922 y fue un campesino que asesinó a una viuda llamada Rosa Vivas, a quien enamoró e hizo su pareja, y a sus cinco pequeños hijos. Jorge era un alcohólico y para mantener su adicción necesitaba el dinero que Rosa recibía de su pensión de viudez.

En agosto de 1960, enfurecido porque Rosa no podía cobrar su pensión por problemas burocráticos, Jorge decidió matarla junto con todos sus hijos en su propia casa. Una de las hijas de Vivas fue ahorcada y el bebé de la familia pisoteado hasta la muerte. Luego del atroz crimen cubrió los cadáveres con piedras y huyó del lugar.
Un comerciante de la zona fue quien encontró los cuerpos de las seis víctimas y alerto a la policía. Lo atraparon gracias a los dueños de una fonda en el pueblo chileno de General Cruz.
Una de sus frases para justificar su crimen fue: “nunca recibí ‘enducación de naiden'”. Tras 32 meses recluido en la cárcel de Chillán, el “Chacal de Nahueltoro” fue sentenciado a muerte y fusilado por un pelotón de Gendarmería de Chile, el 30 de abril de 1963.